Noches en las que puedo convertirme en cualquier persona
con sólo cerrar los ojos erizándose cada poro de mi piel
al escuchar una buena canción.
Noches en las que mi cuerpo entra en un estado de relajación
personal y mi mente se activa como si me echara agua fría en la cara.
Bendita esa activación, bendita perfección es la imaginación.
Qué bonito es todo eso que sale de nosotros, convertido en
cosquillas en las costillas haciéndolas bailar al ritmo de la risa.
Qué hermosas las frustraciones ante la indecisión, y qué genial es
cuándo las palabras adecuadas vienen solas, sin tener que llamarlas.
Mis noches frustradas son demasiadas. Pero, ¿qué aburrido sería
si todas las noches fueran estupendas, no?
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