Antes cumplir años me hacía una ilusión inmensa. Y, de repente, se ha
convertido en algo aterrador. Esa es la señal de que ya las cosas van cambiando porque es imposible seguir
pensando como una chica de 17 años muerta por cumplir los 18.
Eso de que a partir del 1 de enero todo cambia, es mentira. Nuestra vida
sigue exactamente igual. De hecho, a mí siempre me cuesta escribir
correctamente la fecha actualizada cuando comienza un año nuevo, pues no soy
consciente de que hemos dejado uno atrás.
Eso de que vamos a cumplir todos los propósitos para el próximo año, es una
pantomima. Hace mucho tiempo que descubrí que es una tradición estúpida y
superficial. Por mucho que escriba en un papel "este año voy a ponerme las
pilas y voy a hacer deporte" no lo voy a cumplir. Yo no escribo
listas de propósitos de año nuevo. Yo me marco metas a corto y largo plazo todo
el tiempo y durante todo el año. Fracaso en muchas ocasiones, pero esos
fracasos no se quedan olvidados en un papel.
Eso de que las cosas son blancas o negras, es una broma. Este año más que
nunca, me ha quedado muy claro que los matices grises existen y, además, son
necesarios (aunque no siempre). He aprendido que el que saca sobresalientes de
10 no tiene por qué ser más listo que el que saca notables de 7, pues cada
persona es un universo. Que mi isla es maravillosa. Que los detalles siempre
cuentan. Que hay que descuidar ciertas cosas para vivir otras porque no soy
superman. Que no soy tan inocente como creía. Que hay personas que pueden
llegar a conocerme mejor que las que llevan acompañándome toda la vida, pero el
abrazo de los de siempre reconforta más que nada. Que el amor es muy, muy
relativo. Que el baile es puro sexo. Que una mirada puede arrebatármelo todo.
Que la confianza se puede volver a recuperar. Que siempre alguien va a
decepcionarme. Que el dinero es más importante de lo que pensaba. Que la moda
no es una cuestión de "hacerse la guay", sino de expresar lo que
sientes. Que tengo que volver a Sevilla y en la misma compañía (más el que se
quiera apuntar). Que Zamora se ha convertido en otro hogar (precioso además).
Que la amistad es demasiado valiosa como para jugar con ella. Que los
reencuentros son como las duchas de agua caliente que te das al final de un día
lluvioso, frío y nublado. Que Salamanca no decepciona. Que el mar es vital para
mí. Que el color verde es esencial. Que el sol me lo da todo. Que el orgullo me
roba muchos momentos. Que ser bajita no es tan malo. Que un día en El Roque de
Los Muchachos es un suspiro de alivio. Que los jóvenes, aunque andamos muy
perdidos, somos más decentes que muchos adultos. Que ver películas de dibujos animados
no significa que no haya madurado. Que siempre hay que llevar el DNI encima.
Que saltar al vacío de vez en cuando tiene que ser como esas decisiones que no
se piensan dos veces pero que, en realidad, son las más acertadas. Que la luna
llena siempre le da el toque especial a las experiencias. Que los tacones, por
muy bonitos que sean, son un invento de tortura. Que hay cosas que es mejor no
preguntar porque la respuesta puede ser como una bomba nuclear. Que hay cosas
que sí hay que preguntar. Que no hay persona que me importe más en este mundo
que mi madre. Que las luces más bonitas no son las que produce una bombilla.
Que los amaneceres improvisados son los mejores. Que las palabras más sencillas
son las que más llegan. Que las guarrerías molan. Que mis ideas no son fijas. Que la navidad ya no tiene el mismo
significado. Que un monólogo de dos horas es la mejor terapia que puede
existir. Que los sentimientos se demuestran. Que las mujeres con curvas tienen
el poder…
También he aprendido a valorar los momentos en soledad escuchando música.
Sin el cosquilleo que me producen sería más difícil llevar bien la vida. A
escribir con deseo. A saborear bien un plato de cocido. A necesitar ver
películas en compañía. A llorar como vía de escape. A reír hasta quedarme sin
respiración. A sorprenderme una y otra vez de Madrid. A abrazar sin decir nada.
A pedir ayuda. A expresar un poco más lo que pienso. A querer (me) más. A agrandar
el corazón para que pueda entrar más gente…
He aprendido que los mejores momentos de la vida son aquellos en los que no
hay que hablar. La comunicación está en otras cosas. En los roces de pestañas;
en el calor de una manta; en la lectura; en los regalos; en el contacto de los
pies con la arena; en las risas; en las cosquillas que te hace el agua del mar, fría y cristalina; en el inconfundible abrazo de una madre y sus ojos protectores que dicen "nunca dejes a nadie merecer tu dolor"; en ese coche aventurero que sólo sabe traer buenas experiencias; en las comidas "poco sanas" y rápidas que nos unen una y otra vez; en los bailes nocturnos y diurnos; en las copas de alcohol; en el sonido de las olas; en el frescor que produce respirar aire puro y rodeada de un buen ambiente; en la piel brillante y tostada por el sol; en la comodidad de mi cama; en las canciones que aluden lugares y sensaciones...
Y al final, he aprendido a no definirme, pues no siempre soy la misma. Pero qué aburrido sería si lo fuera. Ya sabemos que todo ahora es un constante vaivén y hay que ir a juego con la vida. Si no, estamos perdidos.
Y al final, he aprendido a no definirme, pues no siempre soy la misma. Pero qué aburrido sería si lo fuera. Ya sabemos que todo ahora es un constante vaivén y hay que ir a juego con la vida. Si no, estamos perdidos.
A cumplir años…
Feliz 2014
Rica. C
1 comentario:
Me he emocionado, y mientras leía sonaba Everything de Michael Bublé, creo que era un dato importante.
Eres increíble, que nunca se te olvide y que siempre te lo recuerden.
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